Apuntes del desamor
No es necesaria tanta irreverencia para demostrar algo tan
simple como el desamor.
A veces, la furia que brota de una mirada lo dice todo, deja
seca la comisura de los labios, es un sabor ácido y apenas húmedo, que estrecha
la garganta de quien padece este mal. Estos son unos de los síntomas más
comunes de un casi seguro viaje sin retorno.
Se puede hacer algún zigzag en el
camino, pero, cuando la desdicha alardea del dolor que causa en lo cotidiano,
entonces, sólo queda hacer una cosa y es no hacer nada más. Que este se hastíe
y nos abandone, entonces, qué más puede pasar. Todo lo que llegue después de
esto por infame que sea, será mejor.
El desamor por hastío tiene sus virtudes, una de sus
ventajas, que por cierto, no está a la luz, es que este llega, no con la
intención de hacer un intercambio afectivo; no, no. Él viene, se planta y dice
basta. Sientes un gran escalofrío, te desarma, es un golpe seco tan certero que
desmaya y cuando despiertas, ves todo en su sitio, en apariencia, nada ha
pasado, pero nada de lo que ves te pertenece. Todo era tuyo, todo era nuestro.
Ahora y de golpe todo es de nadie.
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